sábado, 22 de febrero de 2014



Las Intermitencias de la Muerte
José Saramago
2005

"Al día siguiente no murió nadie"...

El desencadenante sobrenatural del libro se resume en esta frase que da comienzo a la historia. En un país sin determinar la población deja de morir. Los enfermos sanan milagrosamente, los moribundos mejoran con el paso de los días y los habitantes del país empiezan a disfrutar de los efectos de la vida eterna. Nadie se da cuenta de las consecuencias que un acontecimiento de este calibre puede ocasionar, las personas se ven abocadas a una vejez eterna y a la superpoblación, hechos que llevan a muchos a querer luchar contra la decisión de la muerte; la rebelión más detallada en el libro es llevada a cabo por un grupo de ancianos que intenta eludir los controles policiales para pasar la frontera al presuponer que la muerte sigue matando en el país vecino. Digo "la decisión de la muerte" y que "la muerte sigue matando" porque la Muerte (a partir de ahora en mayúsculas para referirme al personaje) aparece personificada en la novela. Presenciamos momentos en los que reflexiona, decide, calibra situaciones e incluso considera, en un párrafo divertido, utilizar las últimas tecnologías. Cuando la Muerte ve las consecuencias que ha tenido haber dejado de matar a la población se da cuenta de que ha cometido un error y decide tomar otra medida. A partir de este momento enviará una carta a la persona que ya tiene sus días contados informándole de que dejará de vivir. Los habitantes de este país tratan por todos los medios de evitar esta sentencia de muerte personalizada en forma de misiva pero no hay nada que puedan hacer, cuando la Muerte escoge a su víctima no hay modo de escapar, menos en un caso. En este momento conocemos al otro personaje central de la trama, un músico mediocre, de una orquesta de calidad equiparable que vive una vida vacía, sin alicientes y sin una meta determinada. Su existencia se resume los ensayos y a las actuaciones que son la principal fuente de sus escasos ingresos. La Muerte decide poner fin a sus días pero verá sus planes frustrados pues la carta le viene devuelta. Sorprendida, idea, sin éxito, varias maneras de hacer llegar la carta al músico hasta que decide disfrazarse y vigilarlo en su día a día para ver si así puede llevar a cabo su plan.
Insisto en que no es la novela más representativa de Saramago pero la lectura es agradable, amena y tiene el sello personal y la genialidad del autor. Casi podría garantizar, con poco temor a equivocarme, que el lector disfrutará de la trama y que, al leer las últimas frases, sentirá una sonrisa esbozarse en los labios.


Fabián Requena