sábado, 14 de marzo de 2015

Película: Whiplash
Director:  Damien Chazelle
Año: 2014
País: Estados Unidos
Género: drama
Reparto: J. K. Simmons, Miles Teller, Melissa Benoist, Austin Stowell, Jayson Blair, Kavita Patil.
Premios: Oscar 2015 para J.K.Simmons como mejor actor secundario.


La historia versa sobre Andrew (Teller), un joven baterista que ha sido aceptado en la Escuela de Música más importante de Estados Unidos. Su vida cambia cuando Fletcher (J.K. Simmons) lo escucha tocar y lo invita a formar parte de su banda estudiantil de jazz. Como se trata de un grupo ya avanzado, la presión para ser el mejor se incrementa hasta llevar al límite a Andrew.
No es posible ver esta película sin sentir la vibración sonora de la música. Empezando por la selección musical, que sólo puede cobrar sentido en las entrañas. El jazz parece de otra dimensión cuando los intépretes son perfectos, como reclama sin descanso Fletcher. Las trompetas, los saxofones y el contrabajo cobran sentido cuando se suman al ritmo de la batería, que resulta el alma de la música, porque le da el marcaje rítmico que requiere. La batería es un instrumento que requiere de una habilidad distinta a otros instrumentos, porque cada extremidad del cuerpo debe funcionar de manera independiente a las otras. Lo que hace una mano no tiene nada que ver con lo que hacen los pies y, en todos los casos, el cuerpo se debe adaptar a una celeridad que debe ser controlada, porque de ello depende el desarrollo de todos los demás músicos de la banda.
Pero la música en Whiplash no sólo se escucha, se observa, se contempla, e incluso se “mastica”. Con una iluminación baja, y el desarrollo de toda la historia en interiores (salones de ensayo, estudios, auditorios, cuartos), todo es oscuro, menos el instrumento y su intérprete. La luz emana de los cuerpos que producen sonoridad. La edición acompaña cada golpe de tambor. Hay una continua comunicación entre mano, sudor, baqueta, mirada, tambor, inhalación, platillo, exhalación, bombo, y así en repetición indefinida que hacen al maestro tras la práctica. La música es celosa y así como eleva al espíritu, también puede hundir a quienes la prueban en la desesperación. Mientras por un lado se ve el ímpetu y la excitación extenuante de Andrew, también se llena la pantalla del impulso, y la soberbia actuación de J.K. Simmons, quien es un director de banda que parece ha salido del ejército más estricto del mundo. Quien ha dejado de disfrutar la música para orillar a su pupilo al extremo más recóndito que lo hará genial.
Este film nos demuestra que en la perseverancia y en la entrega esta el éxito en la vida. Vale la pena citar la famosa frase: "sangre, sudor y lágrimas". Muy buen merecido Oscar para J.K. Simmons, como actor secundario. Excelente película. Nos mueve la fibra humana. 

Fabián Requena

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