miércoles, 15 de mayo de 2013


Película: El Silencio
Año: 1963
Director: Ingmar Bergman 
País: Suecia 
Interpretación: Ingrid Thulin, Gunnel Lindblom, Jorgen Lindstron, Hakan Jahnber.
Género: Drama

Es una película que trata de manifestar una simbología propia jugando con el rostro y el inquietante silencio. Además, tiene un fuerte carácter erótico, ya que no hay clausura en circunstancias que dan a mostrar el cuerpo desnudo. Esther intelectual y lesbiana, se siente atraída físicamente por su hermana, que es madre de un niño de diez años. Mientras la última tiene relaciones ocasionales, su hijo se involucra con una banda de enanos y Esther se debate entre el alcoholismo y la tuberculosis.
Es una producción que suscita el despertar en los momentos de turbación que se encuentra la mente, ya que el rostro se encuentra marcado por la confusión. Todo se resume en el silencio, fruto de una constante incomunicación, y de ésta ¿será alguna justificación la carencia del mismo idioma?, no lo creo, ya que el hombre es capaz de comunicarse por signos.
Ante el dolor de la enfermedad se enfrenta la nostalgia y el miedo a la muerte, en el ir y venir del “bienestar” se juega la conciencia en los actos que se hacen, “ve hasta que tu conciencia te lo permita”. ¿Qué hacer para entender?, no sólo lágrimas y excitación, ni mucho menos engreimiento y odio se necesitan para mantener la mente serena, y así entender por qué se vive.
Poner las actitudes a prueba ayuda a descubrir la carencia de valor en ellas, solo trae una fijación en el camino difícil, así caminaremos entre fantasmas. Es de hacer notar algunos sentimientos experimentados, como: impaciencia, soledad, sufrimiento, dolor, euforia y temor; habrá más sentimientos pero dependen del espectador, sólo resta decir: “No hay tiempo para discutir la soledad”. 
Lo primero que hace la filosofía existencial es: “negarse a reducir su ser humano, su personalidad, a una entidad cualquiera”, “su ser es un constituirse a sí mismo”; “el hombre es la realidad misma”. Todo gira en torno a la auto-constitución existencial y es así en todo momento, mostrando en la producción una mente inquietante en busca de constitución de su existencia en la sociedad, en la circunstancia que le atañe.
Construir conocimiento por medio de la experiencia de emociones y formas de pensamientos me ayuda a compartir mi reflexión. Es cansado entender la complejidad de las acciones en cada una de las personas, ya que están marcadas por situaciones, esto conlleva una cadena de actitudes hacia la vida, podemos hablar de soledad, temor, alegría, placer, agonía y muchas más, que sólo llevan a renunciar a la vida o luchar por la vida.
Las producciones cinematográficas de Ingmar Bergman producen experimentar sentimientos de la auto-construcción existencial y sobre todo, poner en la balanza la vida.
Es una película de calidad, muy cargada de imágenes fálicas, lujuricas, hay mucha sobriedad y lentitud, con estados de abstracción de los personaje. Con compuestos freudianos, engullidos dentro de una psicosis de conversión y la cara de los actores siempre en un primer plano, y con una sobrecarga de patologías familiares que arrastran estas dos hermanas hasta la habitación de este hotel en búsqueda de sensaciones que la saquen de su tedio y angustia. Las dos hermanas ya no tienen nada que decirse su relación es de una extraña mezcla de odio exacerbado y patológica dependencia, de lo cual es testigo el pequeño. En el solitario hotel esperaran el momento adecuado para continuar el viaje en una ciudad de Europa no sé si existente en la realidad. 
Aunque es una película que tiene muchos años, en blanco y negro, vale la pena verla y analizarla ya que rompe con el esquema de las películas de Hollywood.

Fabián Requena


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